martes, 21 de marzo de 2006

Misal

Estos poemas son los primeros borradores de un nuevo misal pagano o de la diosa. La idea es mantener la forma del ritual católico, pero subvertir la fe de lo masculino a lo femenino. Aún me falta darle una estructura de conjunto a mi misal, para que de verdad simule un rito completo. De hecho, ya no será una cena conmemorativa, sino más bien una boda, como el Cantar de los Cantares. Eso es mucho trabajo y será lento. Por mientras, les dejo los primeros arrebatos del proyecto. Como comentario personal, puedo decir que la liturgia romana aún causa en mí esa emoción de niño cuando esas palabras eran el dios furioso del desierto hablándome. Por lo mismo, quiero recuperar esa poética para mi nueva fe y de paso cometer deliberadamente una herejía contra la puta madre iglesia. Aún hay arrianos y cátaros sueltos por este mundo de dios.

Gloria

[1] Te saludo, te amo, te adoro,
Jesús Cristo,
esposo siempre despierto,
padre de mis abrazos,
hijo de mis besos,
hermano siempre ardiente.
Coloco en tu frente
la luna menguante
para que me desposes,
ahora y siempre
por los siglos de los siglos,
amén.

[2] Porque eres carne
para compartir mi cama,
porque eres verbo
para compartir mi casa,
porque estás sentado a mi izquierda,
sé feliz conmigo,
porque sólo tú eres santo,
sólo tú, señor.

Credo

Creo en la diosa madre,
siempre viva, siempre muerta,
bailarina de los ciclos,
esposa de su único hijo,
Jesús Cristo,
llamada a amar y a odiar
con la fuerza de su vientre,
siempre fértil, siempre estéril.
Creo en los esposos sagrados,
en la apóstol María Magdalena,
en la niña Sara,
en los hombres hermosos,
en las mujeres descalzas,
en la comunión de los sexos
y en la muerte eterna.
Por Cristo, esposo nuestro,
amén.

Memento

Por mi amante, con él y en él,
a ti, hermano y esposo,
en unidad con mi cuerpo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos,
amén.

Prefacio

V. Que la diosa sea contigo.
R. Ella nunca me abandona.
V. Levanta tu boca hacia su sexo.
R. ¡Ya estoy unido a nuestra madre!
V. Demos gracias a la diosa.
R. Es justo y necesario.
V. En verdad es justo y necesario,
darte gracias por este paraíso,
breve, finito,
que arde sobre la cabeza
de nuestro amigo electo
y de nuestra amiga dormida,
por eso los ángeles
no cesan de cantar tus alabanzas:

Santa, santa, santa,
es nuestra señora,
que acoge el cielo y la tierra,
¡Hossana en las alturas!
Bendita sea la que venga
en nombre de la madre.

Confiteor

Por eso confieso, hermanas,
que he pecado,
por mi amor, mi amor,
mi gran amor,
por eso pido a
Santa María Magdalena,
encarnación de la diosa,
y a ustedes, hermanas,
y a los muertos que me acompañan,
que no se fijen en mis faltas
sino en la fe
de esta nueva Babilonia,
amén.

lunes, 6 de marzo de 2006

La Montaña Quebrada


Ver la película Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) fue una experiencia dolorosa y a la vez constructiva como una fábula. Me imagino que si los protagonistas hubieran sido dos mujeres o un hombre y una mujer, el impacto habría sido el mismo. Me toca el amor mudo, trancado, que sólo puede salir en los abrazos que parecen golpes contenidos. Me toca el amor que perdura, culpable, después de la muerte. Me toca la soledad que no tiene salida. Eso es lo que me causó dolor: la cobardía de no aceptar que la vida sólo puede ser plena con tu esposo (o esposa), a pesar de todas las excusas que dan la exclusión, la discriminación y el odio. Yo no quiero morir mirando una camisa manchada con sangre y una postal de la Montaña de Lomo Quebrado.

De Jack a Ennis

Torpes son tus besos
como animal solitario.
Torpes son tus abrazos
como golpes contenidos.
Pero aquí estamos
en esta montaña
que tiene el lomo roto,
como caderas
como nuestras caderas.

Si te beso, Ennis,
es porque somos hombres.
Si me abandonas
es porque me amas.
Es esta la comida
para los hombres divorciados
de la vida.
La comida que había en tu pecho,
que había en mi espalda,
en la noche helada
en que te convertiste en mi esposo.

No te preocupes ni llores.
Iremos a la montaña
de nuevo a encontrarnos.
Porque allí estaremos desnudos
como niños
y la muerte será una risa
entre los caballos salvajes.
Porque te amo, Ennis,
y en mis brazos siempre habrá peces
para alimentar tu vejez
de vaquero, de vuido,
de hombre enmudecido.