lunes, 14 de febrero de 2011

San Francisco Renuncia a sus Bienes Terrenales

[Según pintura del Museo de la Iglesia de San Francisco en La Paz]

[1] Entonces, San Francisco, se pone de pie
y sale.
Y yo mismo estoy de pie ante el obispo
y detrás mi padre.
Del mismo modo en que me desnudaba
ante ti
(en la cama rodeada de sal
habitada de duendes),
me arrodillo y dejo la ropa en la loza:
y mi camisa se transforma en lobo
mis zapatos en niños muertos
mis pantalones en putas.
El lobo se alimenta de los niños
y se duerme en el regazo de las putas.
Pero el mestizo pintor no los incluye,
me dice:
mira hacia el cielo y déjate acoger
por la manta del padrecito.
Sueño que he abandonado todo
a la vista de mi padre:
A ti, a mis hijos, a mis amantes,
y me quedo como el segundo Cristo
impostado
decorativo
hermoso como adolescente, puro como la Virgen.
San Francisco vuelve a la escena
y se arrodilla a mi lado.
Sin dejar de mirar el techo, le dijo:
Nos falta el tercero.
Entras tú disfrazado de centurión.
Dejas la espada en el suelo
y te arrodillas también.
Santísima o maldita,
esta es la trinidad pagana
donde la mujer son los tres y ninguno.
Sólo entonces puedo rezar y decirte:
Santo niño violado,
Verdugo, asesino de niños,
Traidor, portador de monedas,
No te olvides de mí, aquí estoy.
Siento el ruido de tu armadura cayendo
y una multitud de padres nos observa.
Te amo, me dices.
Y la plaza de Asís empieza a temblar
Asustada por los duendes.

[2] Me rasco intensamente en brazos y piernas.
Arranco piel.
Libero sangre.
Cierro heridas, vuelvo a reventarlas.
Me limpio con agua los estigmas,
el lugar donde entraron las agujas.
Así me presento para el retrato:
Con la piel marcada,
con los picadas dolorosas.
Me quedo quieto mientras mezclan las pinturas
en mi boca, en el pus, en las llagas abiertas,
diminutas.
Quedo perfecto. Entran los extras, las telas exquisitas.
Me piden que simule
la entrega extasiada de mis bienes terrenales
y me rebelo, porque debería renunciar a ti
para quedarme desposeído como santo o mendigo,
para quedarme detenido a la vista de Dios Padre.
Porque no quiero mirar tu sonrisa violenta
cuando entras al museo
y me miras simulando.
Le comentas a Francisco si puedo tener un descanso
y me llevas exhausto por las galerías,
encendiendo los infiernos coloniales,
todos los fuegos providenciales.
Y la picazón me desolla piernas y brazos
por ti
por abrirme entero
quedarme del todo desnudo
bañando mi piel nueva con sangre vieja
porque tú eres mi única posesión
lo único irreversible.

[3] Dulce San Francisco, dulce Señor Jesús,
Mis palabras se vuelven niños,
Mis silencios, niñas hermosas:
Escúchenlas, escúchenlos,
Dejen que les canten, liviano como alba,
Estruendoso como trueno.
Aquí les dejo mi ropa.
Aquí me abandono.

OREMOS:
Manos perforadas
Heridas superpuestas
Pareja del dolor
Reposo del soldado
Río siempre fresco
Pan siempre tierno
Reposo para el mártir
Espalda siempre fuerte
Peñón ante el abismo
Doblemente hermanos
Doblemente esposos
Doblemente amantes
Dulce San Francisco
Dulce Señor Jesús