domingo, 4 de julio de 2010

Madre Cristina

He pensado en ti,
cuando no eras mi madre.
He pensado en tu nombre:
cristal, crisálida,
cristiana, cristina;
cuando eras mujer joven
de pelo largo,
de zapatos hermosos,
de cintura luminosa.
Cuando reías, como yo,
enamorada.

Y me siento culpable, Cristina,
de haberte quitado la sonrisa
de vestido blando y lentejuelas;
de haberte quitado el cabello,
de haberte quitado las manos
de mujer joven de pelo largo.

He pensado en ti,
cuando eras mi madre,
cuando tendías un cinturón de horror
alrededor del hogar y de mis llantos de niño.
He pensado en tu tristeza
espesa como el fango;
en tu silencio de amante fracasada.
He mirado tus manos limpias
que tocaban mi frente
de niño de orfanato.
Y me siento culpable, Cristina,
de haberte negado mi sonrisa,
de mirarte y convertirme en sal,
de ser un otro esposo silencioso y amargo.

SIN EMBARGO,
esta diosa que sonríe y danza
nos invita en el jardín a correr.
Ella es la que moja tu pelo y lo transforma en ríos,
y ella es la que te viste de novia
para que alivies con flores
la pena negra de mis ojos
y hagas surgir el amanecer en el nuevo hogar
en que jugaremos como niños.