Tu padre te amaba.
Por él besaste el lodo
hasta inundar tus pulmones
como las crecidas
como los dedos del Nilo.
Por eso te adoramos, Antinoo.
Por eso miramos tus rizos dorados
y ardemos como tu señor
y como tu padre.
Por eso te vestimos como mensajero,
o Baco
o Apolo
porque te amamos siempre triste.
Y por eso te cubrimos como pastor pobre
que recoje la última oveja
y comparte el pan con hombres salvajes.
Es que
hemos sido poco sinceros
al besar tus pies, Antinoo.
Porque resucitas
y luego caminas cerca de Emaús
y te desnudas
y me invitas al baño romano.
Has sido poco sincero, Jesús,
que mueres y resucitas
como el niño de Adriano
por siempre venerado
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