Una persona dejó dos comentarios sobre el proyecto del Misal:
"No soy religionario (sic) de nada. La fe no se juega en base a rituales estúpidos como tú planteas confeccionar. Debes estar muy cagado internamente como para intentar tener tu propio ritual. Ojalá en tu paso no hayas destruido a otros por querer tener algo bajo tu concepción. Dios y el Señor de Señores, al cual tú le quieres cambiar la cara, no está (sic) en basuras tan superficiales. Descubre su cara en weás (sic) más sencillas y no en tu visión egoísta por querer saber a qué se debe tu miseria.... Lastimero, muy lastimero....
"Y no pienses que serás mejor por inventarte una nueva fe. Eres sólo un hombre más en el mundo, si es que se te puede llamar hombre, porque por lo visto en tus escritos eres un homosexual, desgastado e infeliz. Qué penca.... Lo lamento por tu miserable concepción de un ser superior. ¿Y qué es eso de diosa? Yo conozco homosexuales pero no son tan fantasiosos en sus vidas como tú.
Respecto a estos insultos, tengo que admitir que este tipo tiene razón en un punto: soy muy lastimero, una loca melodramática. Hago esfuerzos por no serlo, pero ahí sale siempre el patetismo. Lo que me sorprende es que con el Misal yo quería hacer un canto feliz, porque el Misal es mi camino de reconciliación con la fe. Y en ese camino, el hecho que sea maricón es un accidente. Todos tenemos derecho a construir nuestra propia religión. Los herejes del siglo I ofrecían a la gente la posibilidad de conocer a Cristo desde sus propias y personales vidas. Les decían que Dios y Cristo estaban en sus corazones.
Mi amigo Juan Luis me dijo al pasar que todo el proyecto de "Cristo Amante" es muy fuerte, impresentable en cualquier espacio público. Es cierto que los católicos o cristianos van a considerar mis poemas como insultos personales y colectivos. El tipo de los comentarios vetó mi intención de cambiarle el rosto al Señor. Mi deseo no es insultar, es crear. La Iglesia (en todas sus variantes) ha perseguido, asesinado y marginado a los maricones a lo largo de siglos. Nos han llamado enfermos y criminales. Por lo mismo, siento que estoy en mi derecho a subvertir la imaginería católica, para colocarme en el lugar del que nunca debí ser apartado: de la mesa de Cristo, de su boda y de su Reino aquí en la Tierra.
Y tú, quienquiera que seas, homofóbico, católico o evangélico, puedes irte al demonio.
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