Déjame bajarte de la cruz
y llenar mi boca de sangre,
porque yo te quiero regalar
la risa, el cuerpo y el alimento.
Yo te quiero regalar mis caderas
y mis brazos inútiles.
Déjame bajarte de la cruz
y hablarte como esposo,
y decirte que no hay apóstoles
ni llamas pentecostales
ni mujeres asuntas
ni Cristo ni Roma ni Auswichtz.
Déjame bajarte de la cruz
y decirte que amo a mi madre,
que amo a mis amigos,
que ya no le temo a la muerte,
que ya no estoy solo.
Déjame llamarte por tu nombre,
hombre judío,
y limpiar con agua del Jordán
las heridas que no se borran
salvo con besos.
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