[1] todos los animales reposan
desnudos
cuando duermes.-
todos caen contigo
cuando respiras con el ritmo
de los cerros.-
suben y bajan apenas,
como tu espalda,
como tu lomo,
doblemente desnudo.-
te quedas sin nombre,
te quedas sin cara,
hiedes como centauro,
invades mi cama, mi nariz,
como una manada
que se estrella boca abajo,
desde las nalgas a los hombros.-
yo observo y soy el paisaje.-
me convierto en el silencio
que expande y contrae tus costillas.-
[2] te hundes,
te salta el labio,
como un niño,
abres brazos y piernas,
para marcar el territorio
donde mi mirada termina.-
boca arriba creo escuchar palabras
que salen de tus axilas.-
deposito mi cabeza en el refugio
que rompe tu latido de adicto,
frenético.-
siento la sangre que me puja
los oídos
y, sin embargo,
me aprieto más fuerte a tu tórax
de cobre,
dormido.-
[3] entonces, siento que me bajan
como al Santísimo,
que de mi carne salen rayos de plata,
duros,
como navajas,
que me desvanezco como Cristo,
que soy blanco, sin sabor,
que me desvanezco en tu boca.-
no dices amén.-
no dices: señora, aquí estoy.-
señora de los tormentos
señora del descendimiento
señora decorada de lágrimas
señora de manos de cristal
señora viuda del hijo
señora nacarada de muerte.-
no dices nada,
sólo me comes
y no te arrodillas a rezar.-
sólo nos quedamos como fetos,
en la cama,
plegados de piernas y brazos,
esperando el tercer día que no llega,
la resurrección que no llega,
la lepra que nos abraza,
tu aliento que ahuyenta la primavera.-
amén.-
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