de la nuca a la sien,
de la sien al suave esternón,
de ahí,
a los músculos oscuros,
a la boca dura (lengua dura)
como puño.
Paso firme, golpe repetitivo,
como rezo,
que se jadea,
que se jura,
que se agradece con la boca apenas abierta
de santos
y mártires.
Eso y además el silencio severo
de las piernas abrazadas,
de tu nariz buscando
el olor
que tiene el hombre cansado,
el niño dormido.
Cariño,
eso y todo lo demás,
lo que no se contenía en tu espalda
ni en mi cama
ni en los pasos al baño
o hacia el amanecer.
Eso que yace como perro muerto
en la casa que construiste
y que ya no es mía.
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