Si te recibo en mi casa,
te digo:
desnuda tus pies, pues estás en tierra santa.
Si te recibo en mi cama,
te digo:
no temas a esta llama que arde sin quemar.
Tú ya no eres un hombre derrotado,
sino un niño
sin cicatriz en la cara.
Me preguntas: ¿quién eres?
Y yo te respondo: yo soy el que soy,
el señor que velará tu sueño,
el padre que cuidará tus pasos.
Hundes la cara en las sábanas
y dudas:
¿por qué me has elegido?
Porque yo he decidido derrotar al Tarot.
Yo he decidido que esta casa
sea de puertas y ventanas abiertas,
que sea casa de luz,
que tú y yo la habitemos
con la sonrisa del pueblo liberado
y con las manos unidas
que abren mares
y hacen brotar agua de la roca.
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