[1] En el jardín te espero.
Ahí donde me cubriste de mortajas
y me dejaste
en la noche --como animal herido.
Ahí donde me dejaste con la boca seca
y el pecho desierto.
En el jardín te espero.
¿Hasta dónde debo descender?
¿Hasta dónde debo recordar?
Porque extiendo la mano y no te encuentro
y pienso que no simulo
--que soy un niño muerto.
En el jardín te espero.
Porque sólo yo debo adivinar el amanecer,
sólo yo debo alegrarme del agua y la sombra,
de los olivos y de tu boca,
porque no puedo buscarte
estando yo perdido.
En el jardín te espero.
Tiemblo, no de frío, no de fiebre.
Tiemblo como el leproso en las escalas del templo.
Tiemblo como la puta.
Tiemblo porque no soy digno de entrar
en tus mejillas o en tus abrazos.
En el jardín te espero.
El que tenga ojos para ver, que ame.
El que tenga oídos para ver, que sea piadoso con su alma.
Sólo llega a mí quien viene a través del amante.
Secretamente, nosotros somos
el camino, la verdad y la vida.
En el jardín te espero.
[2] En el jardín, de mis manos brota agua.
En el jardín, el sol no oscurece mi rostro.
En el jardín, tengo las caderas de Adán.
En el jardín, estoy tranquilo como la paloma.
Porque eres mi esposo, luz de luces.
Acércate a mis manos a beber.
Ven y siente el calor de mis mejillas.
Junta tus caderas a las mías.
Recíbeme entre tus manos y siente mis latidos.
¡Amanezco, y yo sí pido que me toques!
Porque eres mi esposo, luz de luces.
Este hijo que te ofrezco soy yo mismo
y las mujeres que me acompañan,
las que lloran y ríen, aman y odian,
somos tuyas, tuyos, yo soy tuyo.
Porque eres mi esposo, luz de luces.
¿Ahora me puedo levantar?
¿Puedo dejar que caiga el lino blanco?
¿Puedo verter del alabastro el semen
dulce y puro sobre tus vellos oscuros?
Porque tu sonrisa es el sol y tus besos la luna.
Porque eres mi esposo, luz de luces.
[3] Y me acercaré a tu cuerpo
que llena de alegría mi juventud.
Beso tus manos y tus pies
y caen las cuatro esquinas del mundo.
Beso tu frente y no eres el Hijo de Dios.
Con el verbo me dices que me amas,
pero con el cuerpo nos amamos.
Y me acercaré a tu cuerpo
que llena de alegría mi juventud.
Tu boca será manzana mordida.
Tu muslo, la tierra prometida.
Leche y miel verterás sobre mi ombligo.
¡Con razón lo hombres te aman!
Y me acercaré a tu cuerpo
que llena de alegría mi juventud.
[4] La señora me ha dicho
que me desnude
y me acerque al agua.
Sube y cae como cascada.
Se extiende como lago vertical.
Es un espejo.
La constelación de Piscis me corona.
"Señora,
¿un niño ha nacido?,
¿quién ha nacido?".
Nuestra señora permanece callada.
Sara -que tiene las manos de Cristo-
se ríe.
"¿Es acaso mi esposo?
¿Es la imagen del Maestro?".
La imagen me sonríe
y tiene el muslo erecto.
Piscis se transforma en la paloma
y la señora susurra:
"Este es mi hijo bienamado".
Entonces entiendo:
Esta natividad es mía.
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