Hay un te quiero
que un hombre no puede decir.
Hay un te quiero
que sólo un hombre puede decir.
Ese hombre soy yo
y también Él.
Los te quiero dichos y no dichos,
sobrepuestos como oraciones,
están en nosotros
y en una tercera boca,
porque Cristo participa
de esta secreta incineración
donde dos son tres
y tres son Cristo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario