Yo estoy feliz de escuchar
la prédica de tus brazos,
feliz de recibir tus manos
como multiplicación
de peces
y panes,
feliz de recibir de tu boca
el agua
convertida en vino,
feliz de ser tu único discípulo
y tu única cena.
POR ESO:
No estés triste, Michell,
que esta miseria
que tú has convertido
en edén,
que esta soledad
que has vuelto compañía,
son tuyas,
porque somos esposos,
porque tú y yo
somos sagrada familia.
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