mis amigos me abandonan como un recuerdo perdido;
soy el consumidor de mis propias penas,
se elevan y se desvanecen en legiones de olvido,
como sombras enamoradas o el olvido de la muerte, perdidas;
y, sin embargo, ¡soy! y vivo con sombras lanzadas
a la nada del desprecio y del ruido,
al mar viviente de sueños despiertos,
donde no hay sentido de vida ni alegrías,
sino el vasto naufragio de la estima de mi vida;
y aún los más queridos--- a los que más amo---
son extraños--- no, aún más extraños que el resto.
Añoro un paraje que el hombre nunca haya pisado;
un lugar donde la mujer nunca haya sonreído ni llorado;
donde habitar con mi creador, Dios,
y dormir como, en mi infancia, dulcemente dormía:
donde yacer sin molestar ni ser molestado;
la hierba debajo--- arriba, el cielo abovedado.
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