Así como la salvaje du Pré,
torcida,
silenciada de manos y muslos,
así desaparezco.
Así también ella golpea el aire
y las cuerdas,
salvaje,
y mi silencio se transforma
en manos y muslos como moldes vacíos de tu cadera,
porque la du Pré,
me ahoga la garganta con dedos
que apenas vibran
y expanden mis costillas como paisaje,
como esa caja de madera
que canta entre sus muslos de puta
torcida,
salvaje.
Así es como yo te escucho,
tus simples historias,
y resucito un momento
para poner atención al sermón junto al lago,
en donde tu vida simple,
tu vida dulce,
es el tonto lugar donde quisiera abrigarme,
tal como me abrigas cada día
con tus palabras de niño,
con tu torso salvaje.
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