dedicado a M.M.
Duerme, Mario, abandónate en mi cama.
Toma el aire como los niños cansados
porque ya no estás desnudo ni vestido,
estás a la orilla de un río que cruza el Edén,
y tus brazos y tus piernas son animales dormidos.
Duerme, Mario, que yo velo tu sueño con alas furiosas,
que este jardín está cerrado,
que este jardín está cercado con árboles que crecen de mi corazón,
que más allá del jardín están los perros que ladran con sangre a la luna,
los perros que fuimos en el destierro,
cuando soñábamos con tener manos y rostro.
Duerme, Mario, que sólo a mí los arcángeles me atraviesan con espadas.
Yo estoy aquí para recibirte con palmas.
Yo soy la multitud que agita palmas como ángeles.
Yo te recibo siempre en mi casa,
cuando abres los grandes ojos de niño de David.
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